El Sentido de la Bioética

Cuando la Ideología Corrompe 
la Ciencia y la Práctica Médica

 

Febrero 2008. Algunos médicos e investigadores no logran reconocer el importante papel de la ética y de la religión en el mundo de las ciencias médicas. Otros, inclusive, están prestos a hacer totalmente a un lado la religión cuando se abordan los valores morales que deben guiar el comportamiento de la ciencia y de los científicos.

Hace poco tiempo leí unos comentarios escritos por el profesor Richard Sloan de la Universidad de Columbia referentes a la relación entre la medicina y la religión. El profesor Sloan hace notar que aunque el aborto es un “procedimiento perfectamente legal”, algunos médicos retienen información sobre ésta actividad en relación a sus pacientes, y que manifiestan que esta decisión está justificada por sus creencias religiosas. Además expresa su descontento por el hecho de que algunos estados han promulgado cláusulas alusivas a la conciencia, “para permitir tales faltas profesionales motivadas por la religión”. El profesor Sloan llega a afirmar que en algunas partes del país los pacientes bien pueden “no tener otra alternativa más que los médicos que piensan que su obligación principal es honrar sus convicciones religiosas en lugar de actuar en función de lo que más conviene a los intereses de sus pacientes”.

Los comentarios del profesor Sloan revelan una verdadera tensión entre quienes consideran que el cuidado médico moderno debe guiarse según los valores de una conciencia formada éticamente, y aquellos que piensan que debe conducirse en base a diversas ideologías. Una ideología ampliamente difundida en el campo de la medicina en la actualidad promueve el disponer directamente de la vida humana mediante el aborto, la eutanasia y la experimentación con embriones, haciendo a un lado los ancestrales códigos de ética médica que establecen claramente que el primer deber del médico y del científico es “no hacer daño”.

Cuando un médico quita directamente la vida a otro ser humano, está, de hecho, cometiendo faltas médicas profesionales y actuando, a todas luces, en contra de su misión suprema como doctor, que es la de sanar. El aborto, por su propia naturaleza, nunca será compatible con el enaltecimiento de la dignidad humana. No respeta a la persona en lo absoluto. Invariablemente está en contra de los intereses de los pacientes. Como parte que es de una ideología anti-vida aún más extensa, representa una fuerza corrosiva en hospitales, en laboratorios de investigación científica, y en otras instituciones de enseñanza superior. Cuando una ideología empieza a desechar el sólido razonamiento ético que tiene sus raíces en la religión, ha llegado el momento de preocuparnos.

Recuerdo la historia que un día mi padre me contó y que se relaciona con esa capacidad corrosiva de las ideologías, algo de lo que él había vivido de primera mano bajo el sistema comunista, cuando trabajaba como profesor de física en la Universidad de Varsovia. Para poder ingresar a la universidad, todos los solicitantes tenían que aprobar tres exámenes orales, uno de física, otro de matemáticas y el tercero sobre algo que se llamaba “Política y Marxismo”. Los tres exámenes se aplicaban en un solo salón y en mesas diferentes para cada materia.

Un día mi padre y otro maestro estaban entrevistando candidatos. Llegado su turno, un joven se acercó. Ellos inmediatamente se dieron cuenta de que era muy inteligente y talentoso, y que sería un excelente alumno. También se enteraron de que no había logrado ser admitido en la universidad en los dos años anteriores debido a que, a pesar de que se había desempeñado brillantemente en los exámenes de física y matemáticas, no había conseguido aprobar el examen de Política y Marxismo.

Mi padre y su colega ya habían sido testigos de eso anteriormente. Los miembros del partido comunista que conducían estas entrevistas ponían la mira en los solicitantes que podrían tener puntos de vista religiosos, les hacían preguntas agudas y discriminatorias que no podrían contestar en buena fe, para luego reprobarlos en el examen. Para fortuna de este joven, existía una norma que establecía que los maestros podían moverse libremente entre las mesas y hacer preguntas cuando cualquier otro departamento estuviera aplicando exámenes de ingreso. Así que cuando el esperanzado muchacho se acercó a la mesa de Política y Marxismo, mi padre y su amigo también lo hicieron y se sentaron uno a cada lado del oficial que haría la entrevista.

La primera pregunta fue: “Por favor explique en qué forma la Iglesia es retrógrada y oprime a la gente”. El joven se quedó callado, pues era católico. Mi padre y su colega intervinieron: “Bueno, se ve que él no ha comprendido la pregunta. Permítame repetírsela: “¿Qué es lo que el Marxismo enseña sobre la forma en que la Iglesia Católica es retrógrada y oprime a la gente?”.

El joven rápidamente se integró y pudo entonces responder correctamente, afirmando que la ideología del Marxismo enseñaba tal y cual cosa. Las preguntas continuaron y también las precisiones por parte de mi padre y su compañero, hasta que el oficial del partido comunista se puso visiblemente incómodo. El muchacho terminó pasando el examen de Política y Marxismo junto con el de física y matemáticas, y fue aceptado en la universidad. No obstante que la historia tuvo un final feliz, el brillante estudiante ya había perdido dos años de una exitosa carrera a causa de las ideologías cerradas y antirreligiosas que prevalecían en el ambiente académico universitario bajo el sistema comunista.

En los escenarios médicos actuales todavía encontramos fuertes ideologías antirreligiosas, como los comentarios del profesor Sloan nos lo hacen ver, y pueden traer consecuencias aún más nocivas que un simple retraso para ingresar a la universidad. Conforme las ideologías anti-vida, por ejemplo, son toleradas y hasta promocionadas como parte de la medicina, no solamente muchos seres humanos mueren debido al aborto, la eutanasia, la fertilización in vitro y la experimentación con embriones, sino que, por otra parte, los médicos y científicos que se niegan a colaborar en esas actividades temen que sus carreras profesionales puedan estar en riesgo.

Forzar el cuidado médico y la investigación científica a abrazar tales ideologías anti-vida es pervertir, y a la larga corromper, toda la medicina moderna. Ejemplos de esa corrupción ya se han dado frecuentemente en el pasado, cuando profesores, investigadores y médicos han optado por minimizar las exigencias de una conciencia ética y se han adherido a ideologías seriamente equivocadas. Los códigos de ética como el Juramento Hipocrático, el Código de Nuremberg, y la Declaración de Helsinki, nacieron a partir de que varias ideologías torcidas lograron afianzarse haciendo que el sistema médico sufriera un ablandamiento tal que permitió que médicos e investigadores colaboraran en crímenes en contra de la humanidad. La historia nos recuerda, tristemente, lo fácil que puede ser para la conciencia humana perderse en el turbulento mar de las tentaciones ideológicas y terminar en la vía rápida hacia el crimen y la atrocidad.

Aquellos que luchan por proteger la integridad ética de la medicina mediante leyes que salvaguardan la conciencia, y aquellos profesionales de la medicina que con firmeza practican la recta conciencia personal oponiéndose, entre otras cosas, a acciones que dañan o destruyen la vida humana en sus inicios, nos ofrecen un valioso testimonio y un contrapeso sólido a las poderosas y destructivas ideologías que operan en círculos académicos y en el sistema médico en la actualidad.